Publicaciones y Artículos
-
05.01.2016 12:33
CRISIS DE CONFIANZA ¿Se puede superar una infidelidad?
Uno de los conflictos más complejos que puede sufrir una pareja es vivir una infidelidad. Es asumido como una agresión emocional de alto impacto, pues viene a mancillar el ADN de la relación: La confianza.
Lo cierto es que esta crisis no siempre reviste características de un problema irreversible y más aún puede ser una oportunidad para generar un contrato relacional distinto, con matices más sanos y enfocados en la resolución de los problemas que los pusieron en un escenario tan doloroso.
Pero claro, definitivamente no es fácil. Son muchos los elementos que dificultan la resolución de este conflicto y es la capacidad de ambos miembros de la pareja para poder sobreponerse la que resultará determinante. No basta con sólo querer estar juntos. No se puede pretender que nada ha pasado e invisibilizar el problema. Muchas parejas caen en este fenómeno y lo cierto es que la tensión emocional no abordada genera tal tensión emocional que más temprano que tarde termina produciendo demandas nocivas. Lo que no se enfrenta a tiempo, se potencia y evitar el estrés natural de asumir el conflicto resulta muy costoso en el corto plazo.
Pero a veces tenemos el problema contrario, que por cierto nos sume en el mismo desequilibrio. Se produce cuando una persona no puede dejar de hablar sobre lo sucedo y por tanto en su febril búsqueda por obtener respuestas lógicas cae en una verdadero hostigamiento psicológico con la pareja, preguntando y sobrepreguntando sobre detalles, circunstancias y razones, lo que no siempre genera respuestas y es más, cuando las genera, pueden ser más dañinas que sencillamente dolorosas.
Lo cierto es que aún en consideración a las dinámicas ya mencionadas, una infidelidad requiere de una reingeniería profunda. Se puede perdonar (pregunta más común entre quienes la viven) pero la pregunta debe enfocarse en las capacidades que tenemos para poder hacerlo. La superación requerirá de procesos de aceptación más que de negación y particularmente de la capacidad de resignificar lo ocurrido. Cambiar la idea del engaño por la idea del error. Moverse desde el polo del castigo al polo del perdón. Entender que no es al infiel al que se le da una oportunidad sino que a s sí mismo para poder volver a creer. Y si todo eso se da, entonces podemos estar camino a haber superado la crisis más profunda que una pareja pueda tener y luego de eso ser más fuertes de lo que nunca pudieron imaginar.
-
23.11.2014 18:40
SOBREVIVIENDO AL FINAL
El término de una relación de pareja es uno de los eventos más dolorosos en el ciclo vital de las personas. Todos en algún momento nos vemos enfrentados a esta crisis. Cómo salir de ahí… Cómo reconstruirse después del dolor?... Ciertamente una tarea que no es fácil.
Dentro de los procesos de duelo más complejos que puede vivir una persona sin duda se encuentra el que se genera como producto del término de una relación de pareja. Entendamos este evento como una situación de máximo estrés, particularmente para la parte que no está de acuerdo con el final y desearía permanecer en la relación.
No obstante podemos diferenciar las cargas afectivas dependiendo en gran medida de la situación que la genera. Por cierto que en consideración a las razones que suscitan el quiebre tendremos la sensación de mayor o menor control sobre la situación de quiebre. A medida que tenemos más control, menos angustia y claro, a medida que perdemos ese control generaremos más situaciones angustiosas.
Están los quiebres que se aceptan y los que no. Muchas veces puede pasar que las relaciones terminan de manera unilateral. Si bien uno de los miembros pone fin a la relación, el otro se resiste y sigue vinculándose de tal manera que le es imposible mantener el control sobre las cosas. Solo una vez que se acepta el quiebre puede comenzar el proceso de duelo y reorganizar la vida a partir de ahí.
Y es precisamente en este punto donde queremos centrarnos para poder hacer de este proceso de dolor un ejercicio madurativo que nos permita crecer y desarrollarnos.
El primer esquema claro que se debe determinar es que el dolor siempre termina, no es eterno. La intensidad con la cual lo vivimos nos hace creer que durará para siempre y la verdad es que no es así. Todos somos “fracasados” en lo referente a relaciones de pareja, entendiendo por este concepto la no mantención de la relación. Claro, de hecho hemos “fracasado” en el 100% de las oportunidades y en el mejor de los casos en el 100% menos uno, que es en realidad cuando nos encontramos en una relación vigente. Por lo tanto, estamos preparados para resistir el dolor de una pérdida relacional y eso constituye la primera certeza para poder salir adelante. La idea de que sea como sea, el dolor, pasará.
Ahora bien, para que este proceso pueda tener una resolución adecuada es importante tener en cuenta algunas ideas que ayudarán a sanar de manera más adecuada el daño que pudiera generar la pérdida.
En primera instancia, se necesita resignificar la relación, poder darle un nuevo sentido a la experiencia de vida y volcarlo en nuestro favor. Cuando se está en fase de rabia muchas veces es muy difícil poder visualizar esta dimensión, no obstante el tener claridad de lo aprendido es muy beneficioso. Cada relación nos entrega un regalo, un aprendizaje, ya no importa si la relación fue dañina o no, pues sea como sea, siempre las experiencias generan aprendizajes, y si podemos ver la ganancia obtenida de la relación quebrada podremos resignificarla y otorgarle valor y con esto se facilitan los procesos de perdón tanto para sí mismo como para la pareja. Y es el perdón el núcleo de la superación del conflicto y el desarrollo de una actitud resiliente.
Una vez asumido el paso anterior será necesario comenzar a resolver el duelo. Ya pasada la negación, la rabia, la culpa, el dolor debe venir un nuevo comienzo. La aceptación. No siempre es necesario finalizar la relación y generar la despedida de manera directa con la persona. Muchas veces esos procesos deben ser vividos desde la soledad y por tanto será positivo establecer rituales de regeneración. Pequeños actos cargados de significado que permitan hacer un cierre y abrir un comienzo. Estos rituales deben estar determinados por las propias vivencias de la persona y claramente están cargadas de emociones y significado.
No obstante lo anterior, siempre será más provechoso el hacer entrega del máximo en cada relación presente, pues la certeza personal de haber hecho todo lo necesario para que el vínculo se mantuviera se constituye en un plus adicional pues el componente de la culpa está ausente y por tanto más rápido llegamos a la aceptación.
El término de una relación es por cierto doloroso, pero no obligatoriamente dañino y mucho de esto dependerá de las capacidades personales para tener control sobre las propias emociones y así continuar sobreviviendo al final, cuando ya el amor se va o ya nos conocimos lo suficiente como para comprender que no se podía seguir juntos por la misma ruta.
-
23.11.2014 18:39
LAS CUATRO PATAS DE LA MESA
Podemos realizar una evaluación sobre el estado de nuestra relación de pareja?. El presente artículo pretende dar algunas pistas sobre en que situación se encuentra su relación para así cuidarla, mantenerla, mejorarla o preocuparse.
Cuando hablamos de relaciones y particularmente de amor de pareja, tendemos a creer que no existen teorías que puedan explicar el porqué un vínculo puede construirse como una relación sana y nutritiva o sencillamente como una experiencia dolorosa y dañina. La verdad es que, si bien es principio esta idea es cierta, pues la multiplicidad de factores hace que las variables implícitas en una relación la hagan impredecible, si podemos aventurar algunas condiciones insoslayables que pudieran resultar un buen indicador evaluativo de la relación en que vivimos.
Situaremos esta idea en el contexto de una analogía bastante sencilla aunque muy significativa: Una Mesa. En el entendido que una relación debe estar sustentada sobre cuatro ejes centrales, tal como ocurre con una mesa, donde cada pata cumple un rol y un funcionamiento determinado en toda la estructura.
Entrando en el ejercicio analógico estableceremos que uno de estos cuatro pilares guarda relación con lo que denominaremos el Afecto Diario., es decir, la capacidad que tienen los integrantes de la pareja para poder tratarse en el cotidiano con cordialidad y amorosidad. Cómo esta mi gordito, mi amorcito, los besito de despedida y bienvenida, tienen que ver con las fotografías que grafican cabalmente este tipo de relación. Esto debe no obstante ser una demostración honesta y no responder a la necesidad de construcción de estereotipos sociales. Una buena forma de verificar que así sea es ver si este mismo trato se lleva a cabo en la intimidad y en la soledad de loa pareja.
La segunda pata de la mesa, tendrá que ver con lo que llamaremos el Proyecto Común, y con esto nos referimos al como la pareja logra sincronizar desde su individualidad un proyecto de vida que persiga los mismos objetivos. Hablamos de parejas que se esfuerzan y se emocionan con la misma idea de futuro y se acompañan y trabajan para el logro de esa idea con entusiasmo y compromiso pero sin caer en la postergación de los espacios propios.
La tercera pata de nuestra sencilla metáfora, estará establecida por lo que llamaremos la Admiración Mutua. Consiste tal como el concepto lo indica, en la capacidad de creer, apreciar, admirar al “otro” por sobre todas las cosas. Hablamos no solo de admirar, sino también de poder demostrar dicha admiración por medio de actos y actitudes concretos, como lo es el saber escucharse, que lleva implícito el respeto y la transmisión de un mensaje claro: “Me importa lo que dices”. Implica la confianza y la credibilidad y por cierto la estima a lo que nuestra pareja “es”. No obstante esta dimensión debe evaluarse más allá de la idealización irracional que muchas veces se expresa en las relaciones y que tiende a decaer e incluso luego de un tiempo inicial a polarizarse en el polo devaluativo, claro indicador de las relaciones limítrofes. La admiración de la que hablo corresponde a una valoración ajustada a la realidad y conservada por principios de objetividad.
Finalmente, la cuarta parta de la mesa (es necesario decir que el orden precedente no implica ninguna jerarquía asociada), es la del Disfrute Sexual. Hablamos de cómo una pareja crece en la dimensión sexual cautelando los principios del placer y la generosidad. El buen sexo no será el que genere más orgasmos, sino el que invite a recrear emociones nuevas, sorprendentes. Existe sincronía entre los cuerpos, el amor se vive, se huele y se palma. Los sentidos se exaltan y la amorosidad se expresa en su mayor amplitud. Hablamos de sorprenderse con el otro, hablamos de entregarse y recibir. Hablamos de la materialización física de las sensaciones amorosas más sublimes. Ese es el verdadero sexo placentero. Y una pareja bien construida posee esta cualidad relevante.
Así, hemos revisado esta analogía de la mesa y sus cuatro patas. Si identificas que tienes las cuatro patas, estás en una relación que debes cuidar y mantener, pues tiene futuro en la medida que no descuides los por menores que la sustentan. Mi madre explicaba (aunque con otros significantes por cada pata), que en la medida que tengas tres de las cuatro, si uno de los dos hace un esfuerzo la relación se podría sostener. Bastaría con que uno con sus manos sostuviera la esquina de la pata ausente. Si faltaran dos de las cuatro mesas, ya sería necesario que los dos integrantes pusieran mucho trabajo para mantener la relación. Claramente tendrían que equilibrarla situándose en cada esquina de las patas faltantes. Si ya faltan tres, o incluso las cuatro, es hora de pedir ayuda o terminar por darse cuenta que la vida tiene preparadas nuevas oportunidades, otras mesas, con patas más firmes que puedan sostener el peso maravilloso de lo que implica mantener una relación sana. Una gran tarea, que se construye cada día.
Y en su mesa… Cuantas patas hay?
-
23.11.2014 18:37
EL AMOR EN TIEMPOS DE REDES
Como se vive el amor en las relaciones de pareja cuando la comunicación instantánea hace que podamos controlarnos y discu tir de manera virtual. Mientras que para las parejas que se encuentran lejos es una ayuda, para quienes conviven en el mismo espacio, puede ser una maldición
Sin duda alguna que la incursión de la internet en la forma de comunicarnos ha generado diversos cambios en nuestra estructura diaria. Nuetras rutinas ya no son las mismas y están marcadas por las relaciones de distancias relativas, es decir, ya no se trata de mantener una relación epistolar por que a uno de los integrantes de la pareja tuvo que irse de viaje por varios meses. Lo que vemos hoy es que gracias a estas nuevas tecnologías, esas enormes distancias se acortan y generan una cercanía con el otro que permite sentirlo cerca y así hacer de la separación transitoria una experiencia más llevadera.
Puedes escribirte todos los días y a cada rato, enviarte fotos que acabas de sacarte, comunicarte vía imagen en tiempo real y escribirte cartas (e-mails) que llegan en forma instantánea, mientras que en la ahora llamada antigüedad del amor epistolar, una carta demoraba semanas en llegar y por lo mismo otras cuantas semanas en recibir respuesta. En fin, otros tiempos, otras intensidades.Hoy por hoy, en cambio, todo nos resulta automático. Ya no hay tiempo para saborear los pequeños regalos que daba la ilusión de verse pronto. Ahora pasa exactamente lo contrario a lo que mencionaba con respecto a las utilidades del internet cuando están a grandes distancias. Mientras están físicamente cerca, las redes en lugar de colaborar, terminan monotonizando la relación y neurotizándola a tal punto que es imposible vivir sin ellas. Ocurre entonces una relación de costos y beneficios que es opuesta. A mayor distancia física mayores beneficios emocionales en la mantención de la relación. Mientras que a menor distancia física, mayor daño genera la interacción por medio de las redes. El paroxismo de este tipo comunicacional lo observamos cuando las personas pese a estar en la misma casa e incluso a veces en la misma habitación, prefieren tomar sus teléfonos y utilizar whatssap u otro derivado para poder comunicarse, perdiéndose así preciosas instancias de comunicación e interacción directa.Además, como recién mencionaba, la comunicación usual por estos medios es muy neurotizante. Quien no ha tenido una discusión por “via wathsapeo”, generándose en ella un sinfín de situaciones generadoras de estrés… Qué por qué se demora en contestar, o porque sencillamente se le atribuyen tonalidades específicas a un comentario escrito que al no ser dicho de manera directa queda a merced de la interpretación del receptor tanto en intensidad como en carga afectiva, lo que hace de esta comunicación un ejercicio, estéril, ruidoso y por cierto, muy estresante, generando así daño a la relación de pareja e hipotecando un desarrollo nutritivo de la relación.
-
23.11.2014 18:35
AMORES QUE DUELEN, AMORES QUE DAÑAN
En general, el amor duele siempre. Permanentemente les digo a mis alumnos de la Universidad que el cliché de que el amor es “lo más grande del mundo”, es cierto. Tan grande, agrego, que dentro de él cabe todo. El afecto, la mentira, el sexo, la envidia, la dependencia, el apoyo… Todo. Cómo saber entonces, si los malos momentos de una relación son sólo eso y no conforman parte de una relación maligna?
Quienes me conocen, han asistido a mis charlas o simplemente han seguido mis neuróticas columnas, saben que siempre me detengo en la comprensión real de las palabras. No creo en los sinónimos, sino más bien en los matices. Y esto no ocurre por vanidad semántica, sino que como sabemos, el lenguaje construye realidades y por lo tanto nos ayuda a comprender quiénes somos, dónde estamos y para dónde vamos. Por lo mismo establezco desde el inicio la diferenciación entre dos conceptos que aunque muchas veces creemos son lo mismo, definitivamente no lo son. No es lo mismo el dolor que el daño.
En las relaciones de pareja, el dolor está siempre presente. A veces se esconde cariñosamente y a veces se muestra con toda su salvaje impiedad. Pero lo cierto, es que el dolor existe porque es necesario para la vida de la relación. Es tal vez el dolor la máxima instancia de aprendizaje, y en una relación dinámica, en constante cambio, como lo son las relaciones de pareja, dicho aprendizaje se constituye en una necesidad.
Pensemos que las parejas están compuestas por dos individuos que desde dicha individualidad están constantemente cambiando, evolucionando, mezclando la carga hereditaria con la que provienen desde su más tierna infancia con las experiencias vividas en el día a día. Es decir, el no cambio es un imposible. Y por tanto, la adaptación es un proceso imprescindible para la anhelada felicidad de pareja.
No es fácil. Como en una danza, deben mezclarse los procesos del uno y del otro, y por cierto eso es un ejercicio difícil y evidentemente, doloroso. Necesario, pero doloroso.
El daño, en cambio, no conlleva simplemente el dolor. El daño se genera cuando más allá de cualquier aprendizaje se generan instancias de exposición innecesaria a relaciones que no tienen ningún sentido ni orientación. El daño, al contrario del dolor, es el no aprendizaje. Es el cometer los mismos errores y quedarse cuando hay que irse, y perder la paciencia, cuando ya es necesario. Una sabía mujer a la cual no tuve el gusto de conocer, acuñaba el dicho, “una vez pa´ los vivos”, haciendo referencia a lo necesario que es aprender de los errores para no volver a cometerlos sin perjuicio de que puedas seguir cometiendo errores… pero claro, otros errores.
El daño es estar en constante sufrimiento por estar en un vínculo que nos genera angustia y ansiedad constante. Cuando nos sentimos manipulados por la pareja, desde el chantaje emocional del juego culpógeno o desde la generación de vínculos basados en la dependencia. Es la diferencia entre “necesitar” y el “querer”.
Saber en qué relación me encuentro. Decirle a la pareja “te necesito”, es la declaración de dependencia que no es el resultado de un amor fecundo, pues la voluntad está sometida a esa necesidad y por tanto te transformas en esclavo de tus propias emociones. Decir “te quiero” guarda en su contenido el que si bien puedes vivir sin tu pareja, sencillamente decides, no hacerlo.
Como les decía, no se trata solo de semántica. Se trata de conocernos y de llevar un buen control de inventarios de nuestra afectividad. Conocerte te hace libre. La libertad te conduce al amor sano y el amor sano, a su vez, es la puerta a la anhelada felicidad.
-
23.11.2014 18:31
TE AMO POR CONVENIENCIA
“La primera vez que se lo dije me miró con desprecio y ofendida. Sus ojos como fuego penetraron en mi pecho quemándolo todo. Sonreí como para distender, pero su mirada seca y profunda permanecían fijas en mi con tal incomprensión que no me quedó otra que tocar con ternura su pera… y explicar la tremenda ofensa que acababa de proferir ante sus propios ojos incomprensibles.”
Claramente existen conceptos con los cuales nos cuesta lidiar. Muchas veces, cosas que decimos guardan en sí mismas un profundo sentido reflexivo del cual hacerse cargo se transforma en una interesante oportunidad de saber dónde estamos, qué queremos y por qué amamos.
Es precisamente esta última pregunta a la cual llegué buscando respuestas que pudiera compartir. Y luego de un buen rato, llegué a la única conclusión sensata que pese a todo costo trataré de explicar. Uno ama simple y sencillamente porque le conviene.
Este concepto, conveniencia, siempre tan asociado a mezquindad y finalidades oscuras, es en sí mismo una manera de hacerse cargo de nuestras propias necesidades y asociado al concepto del amor podemos entonces comprender que cuando amamos lo hacemos no sólo por amor al otro, sino que también por amor a nosotros mismos. Muchas veces nos decimos lo feliz que nos hace una persona, por lo tanto, si estamos con esa persona es porque nos gusta sentir lo que sentimos al estar con ella. Es decir, estamos con ella porque nos conviene.
Y que nos convenga no tiene nada de malo. Es más, lo más complejo es la antítesis. Es decir, que alguien se permita estar en una relación que no le conviene puede resultar ilógico y por lo mismo, altamente incomprensible.
Siempre vemos a las relaciones de pareja como un acto de “entrega absoluta”. Pero lo cierto es que las relaciones deben ser mucho más que eso. Esta entrega absoluta más que vincularse a un estado de enamoramiento sublime se relaciona con una postergación de sí mismo que nunca es sana para una relación. Por lo tanto, hacer el ejercicio de análisis y preguntarse por qué estamos con la persona que estamos, nos hará descubrir las razones que nos conectan con la felicidad de ese permanecer y por lo tanto podremos concluir que estamos donde estamos porque queremos estar ahí, porque obtenemos algo a cambio que se llama satisfacción. Satisfacción de necesidades que tenemos y necesitamos resolver. Y que por cierto aquello no implica nada malo. Muy por el contrario.
Si las relaciones de pareja se sustentan sobre que la felicidad del otro es mi propia felicidad, resulta extraño que la postergación del otro sea positiva para la pareja. La máxima tiene que ver con la siguiente aseveración lógica: Si la postergación no te hace bien, la postergación no te hace feliz. Si yo soy feliz cuando tú lo eres, tu postergación no me conviene, pues no me hace más feliz.
En definitiva, hablamos de la importancia de cuidar al Yo en una relación para así poder fortalecer al Nosotros.
Entonces, si bien la aseveración “te amo por conveniencia” puede resultar violenta a primera vista, es muy sensato al analizarlo con detenimiento. Te amo porque me conviene. Porque me conviene sentirme feliz. Porque me conviene sentir la felicidad que provoco en ti, porque eso también me hace feliz. No te hago un favor al estar contigo, pues el estar contigo es bueno para mí. Me conviene
En el amor no hay sacrificios. Hay esfuerzos.
En el amor no hay postergaciones. Uno mismo es la prioridad, pues eso te mantiene libre y libre se ama mejor.
“Te amo porque me conviene le dije… y porque a ti también te conviene amarme… ¿Amémonos entonces?”
-
23.11.2014 18:27
TU ME CUIDAS, YO TE CUIDO
En la consulta siempre preguntan cuál es el secreto para tener una buena relación de pareja, y sobre ese eje es que comencé a pensar si efectivamente había algún secreto en particular. La verdad no sé si existe una receta en precisa que pudiera garantizar aquello, lo que sí creo, y con firmeza absoluta, es que debe existir un común denominador en ambos integrantes de la relación. Algo que llamaré, “la necesidad urgente de que la relación de pareja… sea pareja”.
No es un simple juego de palabras, en la relación existe un uno y un otro que desean unirse para dibujar un camino juntos. Nacen entonces miles de ilusiones y anhelos de lo que la relación será. Pero luego de pasar esta etapa de expectativas, las relaciones se basan en elementos muy simples y que finalmente detonan en la construcción de un “nosotros” con características de solidez y de compromiso. La base de esto hace en eco en una palabra que nunca debe olvidar alguien que pretenda tener una relación de pareja sana: La Reciprocidad.
Lo que damos en la relación no solo responde a emociones naturales que nos invitan a manifestar de manera física o por medio de conductas específicas el cuánto queremos o amamos a nuestra pareja. Es también un ejercicio proyectivo de cómo queremos que sean con nosotros mismos. Por medio de nuestras acciones enviamos un mensaje de cómo queremos ser tratados, amados, considerados.
Por tanto, el poder responder a estos mensajes es de una importancia superlativa, pues nos habla de amar en un estado de complementariedad. Habla de la capacidad de ser generosos con el otro y entregar lo que recibimos con alegría y satisfacción. No se trata sólo de que te amen, sino de amar. No se trata solo de que te hagan cariño, sino de hacerlo. No se trata de contener sino también de ser contenidos.
Si ese equilibrio no se da es porque estamos frente a estereotipos relacionales arcaicos, donde vemos a un macho que solo protege y no permite ser protegido. O donde la mujer recibe y el hombre da. Si hasta en el lenguaje cotidiano podemos verlo… No se escucha comúnmente a una mujer diciéndole a su pareja que le quiere hacer el amor y más bien le dice “hazme el amor”, como si en dicho acto existiera un proveedor y un receptor de servicios. Y ojo, que como sabemos, el lenguaje construye realidades.
Cuando esto se logra entender e internalizar en la relación podemos hablar de un vínculo maduro, sano y nutritivo, en el cual sus integrantes reconocen al otro como un legítimo otro tal cual yo mismo soy. Nace así la empatía, esa capacidad maravillosa de ponerse en los zapatos del otro y poder comprender esa realidad desde una mirada diferente a la propia. Crecer en armonía, entendiendo las necesidades del otro y entregándole satisfacción en un acto de infinita bondad para hacer de los actos de entrega una ofrenda para quien ha decidido amarte y recibir tu amor.
Un amigo decía que no era tanta la falta de amor, sino la falta de amar. Y creo que tenía razón. Yo agrego que las cosas son simples. Tú me cuidas. Yo te cuido. Ese es el trato.